martes, 24 de julio de 2012

¿Mejor equivocado con Sartre, que tener razón con Camus?

En la siguiente entrevista el filósofo francés Michel Onfray habla sobre algunos de los aspectos esenciales del pensamiento del también francés Albert Camus (muerto en 1960), sobre el que ha escrito su último libro L'ordre libertaire.


miércoles, 11 de julio de 2012

Credo - Gabriela Mistral



Creo en mi corazón, ramo de aromas
que mi Señor como una fronda agita,
perfumando de amor toda la vida
y haciéndola bendita.

Creo en mi corazón, el que no pide

nada porque es capaz del sumo ensueño
y abraza en el ensueño lo creado:
¡inmenso dueño!

Creo en mi corazón, que cuando canta

hunde en el Dios profundo el franco herido,
para subir de la piscina viva
recién nacido

Creo en mi corazón, el que tremola

porque lo hizo el que turbó los mares,
y en el que da la Vida orquestaciones
como de pleamares.

Creo en mi corazón, el que yo exprimo

para teñir el lienzo de la vida
de rojez o palor y que le ha hecho
veste encendida.

Creo en mi corazón, el que en la siembra

por el surco sin fin fue acrecentando.
Creo en mi corazón, siempre vertido,
pero nunca vaciado.

Creo en mi corazón, en que el gusano

no ha de morder, pues mellará a la muerte;
creo en mi corazón, el reclinado
en el pecho de Dios terrible y fuerte.

sábado, 7 de julio de 2012

Agua salvaje, Tristan Tzara

los dientes hambrientos del ojo
cubiertos de hollín de seda
abiertos a la lluvia
todo el año
el agua desnuda
oscurece el sudor de la frente de la noche
el ojo está encerrado en un triángulo
el triángulo sostiene otro triángulo

el ojo a velocidad reducida

mastica fragmentos de sueño
mastica dientes de sol dientes cargados de sueño[...]

Pensamiento de una piedra en el aire- B. Spinoza


Una piedra recibe de una causa externa, que la impulsa, cierta cantidad
de movimiento con la cual, después de haber cesado el impulso de la causa
externa, continuará necesariamente moviéndose. Así pues, la permanencia
de esta piedra en movimiento es coaccionada, no por ser necesaria, sino
porque debe ser definida por el impulso de la causa externa. Y lo que aquí se
dice de la piedra, hay que aplicarlo a cualquier cosa singular, aunque se la
conciba compuesta y apta para muchas cosas; es decir, que toda cosa es
determinada necesariamente por una causa externa a existir y a obrar de
cierta y determinada manera.
Aún más, conciba ahora, si lo desea, que la piedra, mientras prosigue su
movimiento, piensa y sabe que ella se esfuerza, cuanto puede, por seguir
moviéndose. Sin duda esa piedra, como tan solo es consciente de su conato
y no es de ningún modo indiferente, creerá que es totalmente libre y que la
causa de perseverar en el movimiento no es sino que así lo quiere. Y esta es
esa famosa libertad humana, que todos se jactan de tener, y que tan solo
consiste en que los hombres son consciente de su apetito e ignorantes de las
causas por las que son determinados. Así, el niño cree apetecer libremente
la leche, el chico irritado quere la venganza, y el tímido la fuga. Por su parte,
el borracho cree decir por libre decisión de su alma lo que después, ya
sobrio, quisiera haber callado. Igualmente, el delirante, el charlatán y otros
muchos de la misma calaña creen obrar por libre decreto de su alma y no
que son llevados por el impulso. Y como este prejuicio es innato a
todos los hombres, no se liberan tan fácilmente de él. Y aun cuando la
experiencia enseñe, más que sobradamente, que los hombres nada pueden
menos que dominar sus apetitos, y que muchas veces, mientras sufren la
pugna de efectos contrarios, ven lo mejor y siguen lo peor, creen, sin
embargo, que son libres por la sencilla razón de que desean levemente
algunas cosas y que ese deseo puede ser fácilmente reprimido por el
recuerdo de otra cosa que nos viene frecuentemente a la memoria.

miércoles, 4 de julio de 2012

Poema conjetural- J.L. Borges


Zumban las balas en la tarde última.
Hay viento y hay cenizas en el viento,
se dispersan el día y la batalla
deforme, y la victoria es de los otros.
Vencen los bárbaros, los gauchos vencen.
Yo, que estudié las leyes y los cánones,
yo Francisco Narciso de Laprida,
cuya voz declaró la independencia
de estas crueles provincias, derrotado,
de sangre y de sudor manchado el rostro,
sin esperanza ni temor, perdido
huyo hacia el sur por arrabales últimos.
Como aquel capitán de Purgatorio
que huyendo a pie y ensangrentando el llano,
fue cegado y tumbado por la muerte
donde un oscuro río pierde el nombre,
así habré de caer. Hoy es el término.
La noche lateral de los pantanos
me acecha y me demora. Oigo los cascos
de mi caliente muerte que me busca
con jinetes, con belfos y con lanzas.
Yo que anhelé ser otro, ser un hombre
de sentencias, de libros, de dictámenes,
a cielo abierto yaceré entre ciénagas;
pero me endiosa el pecho inexplicable
un júbilo secreto. Al fin me encuentro
con mi destino sudamericano.
A esta ruinosa tarde me llevaba
el laberinto múltiple de pasos
que mis días tejieron desde un día
de la niñez. Al fin he descubierto
la recóndita clave de mis años,
la suerte de Francisco de Laprida,
la letra que faltaba, la perfecta
forma que supo Dios desde el principio.
En el espejo de esta noche alcanzó
mi insospechado rostro eterno. El círculo
se va a cerrar. Yo aguardo que así sea.
Pisan mis pies la sombra de las lanzas
que me buscan. Las befas de mi muerte,
los jinetes, las crines, los caballos,
se ciernen sobre mí... Ya el primer golpe
ya el duro hierro que me raja el pecho,
el íntimo cuchillo en la garganta.

martes, 3 de julio de 2012

Los miserables- Fragmento


"Si César me hubiera dado
La guerra y la victoria ,
y me hubiera obligado
a dejar a mi madre por la gloria,
habría dicho a Augusto:
“Da el cetro a quien te cuadre.
No es eso de mi gusto:
yo prefiero quedarme con mi madre.”
 Los amigos del ABC, Los miserables, Victor Hugo


Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...