- Zumban las balas en la tarde última.
- Hay viento y hay cenizas en el viento,
- se dispersan el día y la batalla
- deforme, y la victoria es de los otros.
- Vencen los bárbaros, los gauchos vencen.
- Yo, que estudié las leyes y los cánones,
- yo Francisco Narciso de Laprida,
- cuya voz declaró la independencia
- de estas crueles provincias, derrotado,
- de sangre y de sudor manchado el rostro,
- sin esperanza ni temor, perdido
- huyo hacia el sur por arrabales últimos.
- Como aquel capitán de Purgatorio
- que huyendo a pie y ensangrentando el llano,
- fue cegado y tumbado por la muerte
- donde un oscuro río pierde el nombre,
- así habré de caer. Hoy es el término.
- La noche lateral de los pantanos
- me acecha y me demora. Oigo los cascos
- de mi caliente muerte que me busca
- con jinetes, con belfos y con lanzas.
- Yo que anhelé ser otro, ser un hombre
- de sentencias, de libros, de dictámenes,
- a cielo abierto yaceré entre ciénagas;
- pero me endiosa el pecho inexplicable
- un júbilo secreto. Al fin me encuentro
- con mi destino sudamericano.
- A esta ruinosa tarde me llevaba
- el laberinto múltiple de pasos
- que mis días tejieron desde un día
- de la niñez. Al fin he descubierto
- la recóndita clave de mis años,
- la suerte de Francisco de Laprida,
- la letra que faltaba, la perfecta
- forma que supo Dios desde el principio.
- En el espejo de esta noche alcanzó
- mi insospechado rostro eterno. El círculo
- se va a cerrar. Yo aguardo que así sea.
- Pisan mis pies la sombra de las lanzas
- que me buscan. Las befas de mi muerte,
- los jinetes, las crines, los caballos,
- se ciernen sobre mí... Ya el primer golpe
- ya el duro hierro que me raja el pecho,
- el íntimo cuchillo en la garganta.
miércoles, 4 de julio de 2012
Poema conjetural- J.L. Borges
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