martes, 18 de junio de 2013

Política de espionaje PRISM

La verdad es que no es ninguna sorpresa el hecho de que el espionaje sea una cuestión generalizada a través de las redes sociales y grandes compañias informáticas. Este tema viene bastante bien expuesto en el siguiente artículo:



http://alt1040.com/2013/06/que-es-prism-claves

A raíz de esto también viene bien recordar el libro publicado por la genial editorial Traficantes de sueños, El kit de la lucha en internet de Margarita Padilla.

Guardar archivo de audio Quicktime/ Conferencia Deleuze MACBA

Hace un tiempo dejé por aquí una conferencia sobre el pensamiento de Gilles Deleuze realizado en el MACBA titulado Cuerpo sin órganos: El gestofilosófico de Gilles Deleuze por José Luis Pardo. Dado que en estos momentos no tengo internet en casa quería analizar esta conferencia sin tener que estar conectado continuamente a internet. El problema es que habían sido subidos en quicktime por lo que supuse que el método de descarga estaría de entrada vetado, si lo intentabamos por encima solo nos salía la opción de actualizar a Quicktime Pro.
 El caso es que buscando por ahí encontré la manera más fácil de hacerlo, ponemos el puntero sobre el reproductor incrustado en la pagina y haciendo clic en el botón derecho seleccionamos copiar ruta de enlace, pegamos en otra pestaña y luego solo tendremos que poner el puntero encima del reproductor que nos sale y dar a Guardar como. Si lo hacemos con las cuatro partes ya tendremos en su totalidad la conferencia  en formato MP3 y sin tener que pagar los 30$ que cuesta el Quicktime Pro (que por lo que podemos suponer es un robo).

Salute!

martes, 21 de mayo de 2013

La homosexualidad en Roma, Paul Veyne

Hacia finales de la antigüedad pagana, un filósofo ascético y místico, Plotino, se pronunciaba en el sentido de que los verdaderos pensadores «desprecien la belleza de los jóvenes y de las mujeres».[1] La expresión amar a un muchacho o a una mujer, referida a un hombre, se repite hasta la saciedad en la pluma de los clásicos; daba igual amar a uno u otro, y se tenía la misma consideración hacia ambas formas del amor. Pero ello no quiere decir que los paganos vieran la homosexualidad con indulgencia; la verdad es que no la consideraron un problema específico; admitían o condenaban en cada cual la pasión amorosa (cuya legitimidad, en su opinión, era discutible) y la libertad de costumbres.
Si censuraban la homofilia, lo hacían de la misma manera en que podían censurar el amor, las cortesanas y las relaciones extraconyugales, al menos mientras se tratase de homosexualidad activa. Establecían tres precisiones, en este sentido, que no tienen nada que ver con las que nosotros podamos hacer: según hubiese libertad amorosa o conyugalidad exclusiva, sexualidad activa o pasiva, o se tratase de un hombre libre o de un esclavo; penetrar al esclavo era un acto inocente y ni siquiera los censores más severos se interesaban por una cuestión tan secundaria;[2] por lo contrario, se consideraba una monstruosidad que un ciudadano experimentase placeres con pasividad servil.
Apuleyo califica de antinaturales ciertos placeres infames entre hombres;[3] no estigmatiza con ello el carácter homosexual de la relación, sino el servilismo que pueda comportar y la sofisticación de la misma. Pues, cuando un clásico califica a algo de antinatural, no pretende decir que sea monstruoso, sino que no se aviene con las convenciones sociales o, incluso, que se trata de algo falseado, artificial: la naturaleza era, para los clásicos, bien la sociedad, bien una especie de ideal ecológico que se orientaba hacia el dominio de uno mismo y la autosatisfacción; por tanto, era necesario atenerse a lo poco que la naturaleza exige en este sentido. De ahí que se dieran dos actitudes ante la homofilia: la mayoría, indulgente, la encontraba normal, y los moralistas políticos, a veces, la tenían por algo superfluo en la misma medida, por lo demás, que cualquier placer amoroso.
Un significativo representante de la mayoría indulgente, Artemidoro,[4] distingue las «relaciones conformes a las normas establecidas» (son sus propias palabras): con la propia esposa, con la amante y con «el esclavo, sea hombre o mujer»; sin embargo, «ser penetrado por su esclavo no es correcto: es un ultraje que indica desprecio por parte del esclavo». Por otra parte, las relaciones contrarias a las normas establecidas tienen carácter incestuoso. Las que son contrarias a la naturaleza comprenden el bestialismo, la necrofilia y las uniones con las divinidades.
Por lo que se refiere a los pensadores políticos, resultan ser puritanos, porque para ellos toda pasión amorosa, homófila o no, es incontrolable y debilita al ciudadano-soldado. Su ideal consistía en la victoria sobre el placer, cualquiera que fuese.[5] Platón diseñó las leyes rectoras de una ciudad utópica de la que proscribe la pederastia, que considera no conforme a la naturaleza, ya que los animales (según él cree) no se unen jamás a los individuos de su propio sexo. Pero a poco que se relean sus textos[6] encontramos que la pederastia es condenable no tanto porque sea antinatural como por el hecho de que va más acá de lo que la propia naturaleza exige. La sodomización es una actitud demasiado libertina y poco natural. Platón milita contra la molicie y los arrebatos pasionales, no constituyendo la naturaleza sino un argumento suplementario. Su finalidad no es reconducir la pasión a su justa dimensión natural, no permitiendo amar más que a las mujeres, sino la supresión de cualquier pasión no autorizando más que la sexualidad reproductora (de hecho, la idea de que se pueda estar enamorado de una mujer no le rozó su espíritu). No era otro el razonamiento que lo llevó a condenar, incluso, la gastronomía en lo que contribuía a debilitar el carácter: la naturaleza, decía, nos enseña a través de los animales que es necesario comer para vivir y no vivir para comer. Ahora bien, lo que hay de antinatural en la pederastia no es tanto el error en la elección del sexo de la pareja, como la artificiosidad en el placer: la pederastia no constituye para el propio Platón una aberración digna de la hoguera, sino un acto abusivo, por las «posturas» adoptadas en la relación. Queda, pues, prohibida, pero en la misma medida en que lo queda la relación con cualquier mujer que no sea la legítima esposa.
No basta con que en los textos aparezcan las palabras contra natura: es necesario también entenderlas en el sentido que se les daba en la Antigüedad. Para Platón, la homosexualidad en sí no era antinatural, sino las actitudes por medio de las que se realizaba. Esa matización es digna de tenerse en cuenta: un pederasta no era un monstruo, perteneciente a una raza de hombres con pulsiones incomprensibles, era simplemente un libertino movido por el instinto universal del placer, que lo inducía a cometer un acto, el de la sodomía, que no existe entre los animales. Sobre el pederasta no pesaba execración alguna.
Igualmente, la homofilia activa está presente a todo lo largo de los textos de griegos y de romanos. Así, Cátulo se vanagloria de sus proezas, y Cicerón ha ensalzado los besos que le daba en los labios su esclavo-secretario.[7] Según su gusto, cada cual optaba por los jóvenes o por las mujeres, o por ambos; de este modo, Virgilio sentía atracción exclusivamente por los jóvenes;[8] el emperador Claudio, por las mujeres; Horacio repite varias veces que adora los dos sexos. Por su parte, los poetas ensalzaron al favorito del temible emperador Domiciano con la misma libertad con que los escritores del siglo XVIII celebraban a la Pompadour; y se sabe, además, que Antinoo, favorito del emperador Adriano, recibió, a menudo, culto oficial después de su muerte precoz.[9] Para satisfacer a su público, los poetas latinos, cualesquiera que fuesen sus gustos personales, exaltaban ambas formas del amor; uno de los temas frecuentes en la literatura popular consistía en establecer los paralelismos entre ambas expresiones del amor y comparar sus respectivas excelencias.[10] En esa sociedad en la que los censores más severos no veían en la sodomía más que un acto libertino la homofilia activa no se ocultaba y los que se dedicaban a los jóvenes eran tan numerosos como los que gustaban de las mujeres; lo que dice mucho de lo poco… natural que es la naturaleza de la sexualidad humana
Un autor clásico se permite alusiones a la homofilia en la misma medida en que se permite hacer bromas en general. No cabe distinción, en este sentido, entre autores griegos y latinos; y lo que se llama amor griego puede legítimamente también llamarse amor romano. ¿Hay que pensar que Roma aprendió esta forma del amor de los griegos, que fueron sus maestros en tantos aspectos? Si respondemos afirmativamente, estaremos afirmando que la homofilia es una perversión tan rara que un pueblo sólo puede haberla adquirido aprendiéndola de los malos ejemplos que le haya dado otro pueblo; si, por el contrario, resulta que la pederastia en Roma es autóctona, habrá que concluir que lo asombroso no es que una sociedad conozca la homofilia, sino que la ignore: lo que hay que explicar no es la tolerancia romana, sino la intolerancia actual.
De cualquier modo, la segunda respuesta es la correcta: Roma no tuvo que esperar la helenización para ser indulgente con ciertas formas del amor masculino. La joya más antigua que hemos conservado de las letras latinas, el teatro de Plauto, que es inmediatamente anterior a la introducción de la grecomanía, está llena de alusiones homofílicas muy del gusto romano; la manera habitual de provocar a un esclavo es la de recordarle las habilidades que espera su amo de él, para lo cual ha de ponerse en cuatro patas. En el calendario romano del estado que se denomina Fastos de Preneste, el 25 de abril es la fiesta de los prostitutos masculinos, al día siguiente de la fiesta de las cortesanas, y Plauto nos habla de los prostitutos que esperan a sus clientes en la vía Toscana.[11] Las poesías de Cátulo a su vez, están llenas de injurias rituales en las que el poeta amenaza a sus enemigos con penetrarlos para marcar su triunfo sobre ellos; nos hallamos en un mundo de bravuconerías folclóricas de gusto característicamente mediterráneo, donde lo importante es ser el que penetra: por lo demás, importa poco el sexo de la víctima. Grecia tenía exactamente los mismos principios: pero además, toleraba e incluso admiraba una práctica sentimental que a los latinos causaba pavor: la indulgencia hacia el amor pretendidamente platónico de los adultos por los efebos de estirpe libre que frecuentaban las escuelas y, sobre todo, los gimnasios, adonde iban sus amantes a verlos realizar desnudos sus ejercicios. En Roma, el efebo de condición libre había sido sustituido por el esclavo que hacía las veces de favorito. Lo que demostraba que el amo tenía una sexualidad desbordante y que se sentía de tal modo arrastrado por el sexo que sus propios sirvientes ya no le bastaban:[12] tenía que sodomizar también a sus esclavos más jóvenes, yendo más allá de los límites naturales. Ante lo cual las personas honestas sonreían con indulgencia.
Lo único importante era respetar a las mujeres casadas, a las vírgenes y a los adolescentes de origen libre: en realidad, la pretendida represión legal de la homosexualidad iba encaminada a evitar que un ciudadano fuese penetrado como si se tratase de un esclavo. La ley Scantinia, que data del año 149 a. C., viene a ser sancionada por la verdadera legislación de este tema en época augústea: protege al adolescente de condición libre en la misma medida en que lo hace con la virgen de origen libre. Como se ve, el sexo no cuenta para nada. Lo que cuenta es no ser esclavo, no ser pasivo. De ningún modo el legislador alienta el deseo de impedir la homofilia, tan sólo pretende defender de los abusos al joven ciudadano.
Estamos, pues, en un mundo en el que en los contratos que fijaban la dote del matrimonio se especificaba que el futuro esposo se comprometía a no tener «ni concubina ni favorito» y en el que Marco Aurelio se congratulaba, en su Diario, de haber resistido la atracción que experimentaba por su criado Teodotos y por su sirvienta Benedicta; en un mundo, en fin, en el que no se encasillaba el comportamiento amoroso según el sexo al que este amor se dirigiera, mujeres o muchachos, sino en relación al papel activo o pasivo que adoptara el ciudadano: ser activo es actuar como un macho, cualquiera que sea el sexo del partenaire que adopta el papel pasivo en la relación sexual. Toda la cuestión se reduce a obtener virilmente placer, o a darlo servilmente. En este sentido, la mujer se presenta como pasiva por definición, a menos que sea un monstruo, y en la cuestión sexual su opinión no cuenta: los problemas se abordan desde el punto de vista estrictamente masculino. Tampoco los niños cuentan mucho más, con la única condición de que el adulto no se someta a ellos para darles placer, y se limite, por el contrario, a obtener placer de ellos; esos niños, en Roma, son los esclavos que no cuentan para nada y, en Grecia, efebos que aún no han alcanzado la condición de ciudadanos, por lo que pueden mantener una actitud pasiva sin que ello les acarree el deshonor.
Así, el varón adulto y libre que era homófilo pasivo o, como se solía decir, impudicus (tal es el sentido desconocido de este término) o diatithemenos, se hacía acreedor del desprecio más absoluto. Por otro lado, algunos maliciosos sospechaban que algunos estoicos camuflaban bajo una exagerada afectación de virilidad una feminidad inconfesable, y creo que entre estos últimos incluían a Séneca, que prefería los atletas a los jóvenes.[13] Del ejército se expulsaba a quienes eran homófilos pasivos, y se sabe que el emperador Claudio, un día que había ordenado decapitar[14] a brazo partido, dejó con vida a un impúdico que «gozaba como una mujer»; un sujeto de esa calaña habría mancillado la espada del verdugo.
Ahora bien, el rechazo de la homofilia pasiva no obedece a la homofilia propiamente dicha, sino a su carácter pasivo, que pone de manifiesto una tacha moral o, más bien, política que era sumamente grave: la debilidad de carácter. El individuo pasivo no era débil a causa de su desviación sexual, sino al contrario: su pasividad no era más que la consecuencia de su falta de virilidad, y esta deficiencia continuaría siendo un gravísimo vicio aun sin que hubiese inclinación homófila alguna. Es ésta, pues, una sociedad que no perdía el tiempo en preguntarse si la gente era o no homosexual; más bien al contrario era una sociedad que prestaba una desmesurada atención a los más mínimos detalles de la toilette, de la pronunciación, de los gestos, de la forma de caminar, que castigaba con su desprecio a quienes delatasen en ello fallas en su virilidad, cualesquiera que fuesen sus gustos sexuales. El Estado romano prohibió en varias ocasiones los espectáculos de ópera (que se denominaban «pantomima») porque eran muestras de relajo y poco viriles, a diferencia de los espectáculos de gladiadores. Todo ello viene a explicar una segunda y sorprendente obsesión de la sociedad romana: existía una conducta sexual que era totalmente vergonzosa hasta el punto de que la gente se pasaba el día hablando de «ello»; tal comportamiento ocupaba entre los maledicentes el mismo lugar que en nuestros cantantes la «pajera»; se trataba de la felación, ya que es preciso llamar a las cosas por su nombre: el historiador está obligado a abordarla, puesto que aparece una y otra vez en los textos latinos y griegos y, también, porque su oficio consiste en dar a la sociedad que es su propia sociedad el sentimiento de la relatividad de los valores. La felación era la suprema injuria y se citan[15] casos de «feladores» vergonzantes que pretendían, o lo intentaban al menos, escamotear su infamia ¡bajo la menor vergüenza que suponía hacerse pasar por homófilos pasivos! En un texto de Tácito se describe una escena espantosa: Nerón hace que sometan a tormento a una esclava de su mujer Octavia para obligarle a confesar que la emperatriz era adúltera; la esclava resiste todos los suplicios para salvar el honor de su dueña y responde al inquisidor: «La vagina de Octavia está más limpia que tu boca.» Si pensáramos que lo que quiere decir es que nada más indigno que la boca de un calumniador, nos equivocaríamos: quiere decir que su interrogador es un monstruo infame y lo expresa de forma concreta en el acto que representa el paroxismo de la infamia: la felación. Por eso aparece representada con mil colores fantasmagóricos como los que pintan nuestros racistas actuales; Apuleyo y Suetonio muestran a bandidos o a Nerón precipitándose hacia la felación, de la misma manera en que alguien se regodea en la perversidad de actos cuyo único placer es la infamia misma. De hecho, ¿no es la felación el colmo de la abyección? La felación obtiene placer pasivamente, dándolo al otro y no niega al otro la posesión servil de ninguna parte del cuerpo; el sexo es lo de menos: pues aún había un acto no menos infame que los obsesionaba tanto como la felacion: el cunnilingus… Estamos en las antípodas de la cultura japonesa, en la que la gloria y las delicias del samurai libertino consistían en proporcionar, fuera como fuese, el máximo placer a las mujeres.
Pero ¿de dónde proviene esta extraña cartografía de placeres e infamias? Al menos existen tres causas que es necesario no confundir, Roma es una sociedad «machista», como otras muchas, hayan conocido o no la esclavitud; la mujer está al servicio del hombre, espera su deseo y goza si puede, aunque a menudo ese placer femenino era moralmente sospechoso (si bien, contra toda evidencia, se consideraba a las prostitutas movidas únicamente por el placer). Por consiguiente el «virilismo» viene a ser nada más que la parte visible del iceberg político de las sociedades antiguas. Recurramos, pues, a la analogía para abreviar, y evoquemos la aversión hacia la laxitud existente en los grupos militaristas o, incluso, en las sociedades de pioneros que se desenvuelven en un medio hostil. De hecho, Roma es una sociedad esclavista en la que el amo ejerce el derecho de pernada, si bien los esclavos habían hecho de tripas corazón expresándolo en un proverbio: «No hay vergüenza alguna en hacer aquello que el amo ordena.»
Sociedad esclavista, pues: antes que estoicos y cristianos afirmen que la moral sexual ha de ser la misma para todos (más para imponer la castidad a los amos que para proteger a los esclavos), la moral romana se acomodaba según el status social; «La impudicia (o sea, la pasividad) es una infamia para un hombre libre», escribe Séneca el Viejo; «para el esclavo, constituye el más absoluto deber hacia su amo; para el liberto, representa un deber moral de gratitud».
Igualmente, la homofilia contaba con todas las indulgencias, siempre que se tratase de relaciones activas de un amo con su joven esclavo, con su favorito. Por su parte, un noble romano tiene una esposa (a la que trata con solicitud, pues de divorciarse habría de devolverle su dote), esclavas que cuando es conveniente se convierten en sus concubinas, unos vástagos (a los que procura ver poco, para no fomentar la blandenguería: son los criados quienes crían con rectitud a sus futuros dueños; o los cría el abuelo); también tiene un joven esclavo, un alumnus, sobre el que proyecta sus instintos paternales, en caso de que los tuviera, y que a menudo era un hijo tenido con una esclava (pero estaba terminantemente prohibido que tal hecho se explicitase, incluso por parte del padre mismo). Después, cuenta con un favorito, o con toda una pléyade de ellos; la Señora siente celos, el Señor se defiende diciendo que nada malo hace con ellos, nadie se engaña, pero nadie tiene derecho a poner de manifiesto la más mínima sospecha. La Señora no se siente a gusto hasta el día en que el favorito comienza a tener bigote: era la edad a la que las convenciones sociales exigían que el amo dejase de infligir a su favorito un trato indigno de un varón. Algunos amos, sin embargo, llevaban su libertinaje hasta el punto de continuar con esas relaciones: así, del favorito que contaba con una cierta edad se decía que era un exoletus, lo que quería decir que no era ya un adolescens, y la gente honesta lo encontraba repugnante; Séneca, que quiere que se siga en todo a la naturaleza, se indigna de que algunos libertinos pretendan depilar a su favorito una vez que la edad natural de los escarceos amorosos se le ha pasado.
Sería erróneo mirar a la Antigüedad como el paraíso de la no-represión o imaginar que no tenía principios en este sentido; simplemente ocurre que sus principios nos resultan sorprendentes, lo que debería llevarnos a sospechar que nuestras más firmes convicciones no valen más que las de ellos. Ahora bien, ¿había que ocultar la homofilia? ¿O, más bien, estaba permitida? Precisemos. Existían uniones ilegítimas, pero moralmente admitidas, como el adulterio en nuestras sociedades bienpensantes o, aún más recientemente, el amor libre. En tales casos la regla es la siguiente: la literatura puede hablar de ello sin censurarlo, pero los interesados, en lo que se refiere a su caso personal, deben tener la discreción de no confesarlo: todos aparentarán ignorarlo. Pues bien, ese mismo era el tratamiento que Roma daba a las relaciones con los favoritos y Grecia, a las relaciones con los efebos.
Igualmente, otras muchas formas de relaciones eran desde el punto de vista moral tan sospechosas como ilegítimas, aunque no por ello dejaban de ser frecuentes. La mayor parte de las formas de homofilia se consideraban como dignas de censura, pero no según nuestra moral. Así, una sensación de repugnancia recaía sobre las relaciones con los exoleti, los tejemanejes entre hombres, las relaciones sexuales que sólo eran toleradas en el mundo cerrado del ejército (hubo que esperar a Salviano y a la época de las grandes invasiones para tener conocimiento de ellas) y, por último, la prostitución de los adolescentes de buena familia. Por otro lado, decir prostitución es mucho decir; pues, en Roma, a los instrumentos sexuales, ya se tratase de muchachos o de mujeres, se los consideraba hasta tal extremo meros instrumentos pasivos que se ofrecía dinero sin ningún recato incluso a los niños, y si a una honesta matrona o a un joven decente se les ofrecía una cantidad por sus favores, no debían inferir que se los considerase como prostitutos; en Roma, cortejar consistía en ofrecer una suma de dinero. Y un verdadero problema para los padres de los alumnos de entonces era encontrar una escuela en donde la recta formación de sus hijos estuviese a salvo de las tentaciones; el maestro Quintiliano, para atraer a sus clientes, manifestaba en sus escritos un verdadero horror por los amores efébicos.
Había, pues, relaciones ilegítimas, inmorales y, además, infames. Eran mucho más que un mero acto punible que había salido de su autor: el horror del acto remontaba hasta el autor mismo y probaba que, por haber hecho una cosa así, se trataba de alguien necesariamente monstruoso. Entonces se pasaba de la condena moral a un rechazo que nosotros calificaríamos de tipo discriminatorio. Éste era el tratamiento para la pasividad entre los hombres libres, las satisfacciones infames para las mujeres, el cunnilingus, y, por último, la homofilia femenina, sobre todo cuando adopta el papel del amante activo; una mujer que adopta la actitud de un hombre es el mundo invertido. En ese sentido, es el mismo horror que se experimenta hacia las mujeres que «cabalgan» sobre los hombres, como dice Séneca.
Todo lo cual llevaba a una visión de la homofilia que no era menos mítica de la que nosotros podemos tener, aunque sí diferente. Tal visión consistía en reducir todas las formas de la homofilia a un caso típico: la relación del adulto con el adolescente en la que el goce es sólo privativo del primero. Se pensaba que éste era el caso general, porque esta relación activa y carente de laxitud tranquilizaba el espíritu, puesto que en ella estaban ausentes los arrebatos y la servidumbre de la pasión; «Deseo que mis enemigos amen a las mujeres y mis amigos a los jóvenes», escribía el poeta Propercio en un día de amargura, pues «la pederastia es el río apacible y sin zozobra: ¿qué mal temer de tan reducido espacio?»[16] La homofilia romana, con todas sus rarezas, sus desconcertantes encorsetamientos, es consecuencia de un puritanismo de raíces políticas. Sólo un irresponsable, como Ovidio, elogia a las mujeres contando que el encanto de la heterosexualidad radica en el placer de la pareja, mientras que los muchachos nunca experimentan placer alguno.
Es posible que el lector se pregunte, para terminar, qué es lo que ha hecho que la homofilia haya estado tan extendida; ¿cabe pensar que una particularidad de la sociedad antigua, como es, por ejemplo, el desprecio de la mujer, contribuyese a multiplicar artificialmente el número de homófilos o, acaso, que una forma de represión diferente, pero de menor intensidad, daba rienda suelta a la manifestación de una homofilia que se podría considerar como el estado normal de la sexualidad humana? Sin lugar a dudas, es la segunda la respuesta más acertada. En este punto es necesario que seamos claros, aun a riesgo de provocar sorpresas. Cohabitar con un hombre, preferir los muchachos a las mujeres, es una cosa: es una cuestión de carácter, del complejo de Edipo y de todo lo que se quiera, y no es seguramente el caso más frecuente, ni tampoco un hecho irrelevante. Sin embargo, casi todo el mundo puede tener relaciones físicas con individuos de su propio sexo, y hay que añadir que placenteras; al menos experimentando el mismo placer que en la relación con el otro sexo; si bien la mayor sorpresa que experimenta un heterosexual que prueba una relación homosexual es la de constatar que no hay diferencia alguna entre ambas y que la aventura es decepcionante. Durante el verano de 1979 se han oído, en este sentido, testimonios clarificadores durante el congreso internacional del movimiento homófilo «Arcadia». Aclaremos, no obstante, que los heterosexuales que hacían esta constatación nunca habían pensado en mantener relaciones con un joven, ni tenían frustración alguna a este respecto, ni siquiera se imaginaban tal eventualidad y suponían que, si se aventuraban a ello, les disgustaría. Pero no fue una experiencia desagradable y todo funcionó bien. Todo, salvo que se reafirmaron en su heterosexualidad: no repitieron la experiencia, pues, para su gusto, las mujeres les resultaban más interesantes a largo plazo y, en nuestra sociedad, era más fácil tener relaciones con ellas.
A la luz de esto se aclaran las cosas. Supongamos una sociedad en la que las relaciones homosexuales sean toleradas, en la que los jóvenes no eviten tales relaciones y los amantes no se vean perturbados cuando se cortejan; una sociedad, en fin, en la que el matrimonio no ocupe el lugar central que ocupa en la nuestra y en la que exista una clara separación entre las relaciones superficiales o pasionales, por un lado, y las serias, por otro; es decir, las relaciones conyugales: en la Roma de antaño y aun en el Japón de nuestros días, tenemos dos ejemplos de tal sociedad. Por supuesto, en éstas habrá una minoría considerable que tendrá una inclinación exclusiva hacia las relaciones con jóvenes; pero la mayoría misma tendrá cierto aprecio por las relaciones amorosas masculinas ocasionales, abiertas a todos, ya que en esa sociedad los amores superficiales serían admitidos y nadie se vería perturbado por entregarse a ellos debido a las cortapisas sociales. Los hombres no son animales y el amor físico no se encuentra en ellos dominado por la distinción de sexos: como decía Élisabeth Mathiot-Ravel, los comportamientos sexuales no tienen sexo.

BIBLIOGRAFÍA
Mientras esperamos el importante libro de Michel Foucault sobre los Aphrodisia, que aparecerá en la primavera de 1983 en las Éditions du Seuil, es oportuno consultar el primer capítulo del libro de John Boswell, Christianity, Social Tolerance and Homosexuality, Chicago, 1980. Respecto a la homosexualidad griega, el estudio fundamental es el de K. J. Dover, Greek Homosexuality, Londres, 1978; otros muchos textos han sido útil y cuidadosamente recopilados por F. Buffière, La Pédérastie dans la Gréce antique, París, Éditions Guillaume Budé, 1980. Aún no he podido leer la tesis del tercer ciclo de F. Gonfroy, Un fait de civilisation méconnu: l’homosexualité masculine á Rome, Poitiers, 1972, de la que tengo referencias a través de Georges Fabre, Libertus: patrons et affranchis à Rome, 1981, págs. 258 y sigs.


Referencias:
 
[1] Plotino; Enneadas, II, 9, 17
[2] Véase, no obstante, Musonio, XII, 6-7; véase también, Quintiliano, V, 11, 34.
[3] Apuleyo, Metamorfosis, VIII, 29
[4] Onirocritique, págs. 88-89 Pack
[5] Véase Platón, Leyes, 840 C
[6] Leyes, 636 B-D y 836 B ss.; véase El Banquete, 211 B, 219 CD; Fedro, 249 A; La República, 403 B.
[7] Cicerón, citado por Plinio el Joven, VII, 4, 3-6.
[8] Según las Vitae vergilianae
[9] Según su biografía escrita por Suetonio.
[10] Véase la sorprendente Comparación de los amores de Luciano o del seudo-Luciano
[11] Plauto, Curculio, 482; por lo que se refiere a los comportamientos pasivos en la relación sexual (puerile officium), véase Ciste-llaria, 657, y otros muchos textos. Acerca de la sexualidad pasiva, es fundamental la consulta del estudio de R. Martin, La vida sexual de los esclavos, incluido en la obra de J. Collard et alii: Varron, Grammaire antique et Stylistique latine, París, 1978, págs. 113 y sigs.
[12] Séneca, Cuestiones morales naturales, I, 16; Petronio, XLIII, 8.
[13] Dion, Cassius, LXI, 10, 3-4. Por lo que se refiere a la laxitud secreta de los estoicos, además de Marcial y Juvenal, véase también, Quintiliano, I, 15.
[14] Según Tácito, con motivo del proceso a los amantes de Mesalina.
[15] Según Marcial.
[16] Propercio, II, 4,

miércoles, 15 de mayo de 2013

El cuerpo sin órganos, charla de Jose Luis Pardo sobre Deleuze

Charla larga y muy completa sobre la filosofía de Gilles Deleuze dada en el Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona:

http://filosofia.net/materiales/cogitos/cez7.html


PD:Necesario tener quicktime player para reproducirlo.

lunes, 13 de mayo de 2013

Los griegos de Foucault- Tomás Abraham

Genial conferencia de Tomás Abraham sobre el pensamiento griego y su situación dentro de la antigüedad y su concepción como un arte singular.
Los griegos de Foucault:


viernes, 3 de mayo de 2013

La Universidad Popular de Caen

La universidad de Caen nace de la mano del filósofo normando Michel Onfray en 2002, en el mismo año abandona su trabajo en la enseñanza pública y se encuentra en la situación de un país que da al ultraderechista Le Pen una segunda vuelta en las elecciones estatales.

La Universidad Popular de Caen es una organización gratuita formada por varios profesores universitarios, escritores y artistas varios que ponen a disposición del público variados cursos anuales a los cuales el único requisito para entrar es llegar a tiempo, en ella se dan cita una amplia variedad de oyentes de todas las profesiones, edades y grupos sociales. El trabajo de esta universidad lleva dándose sin descanso desde su fundación y se ha ampliado a varias ciudades, incluso se ha creado una nueva universidad, la Universidad del Gusto de Argentan. 

Nadie mejor que el propio Onfray para exponer las motivaciones que le llevan a crear dicha universidad y la metodología llevada a cabo por la misma:






El presente, Raoul Vaneigem

Preparando exámenes, saco un poco de tiempo para compartir una parte de mis descansos:

Lo que vamos a hacer y lo que hemos hecho construye el presente sobre un fondo de eterno descontento. Tanto en la historia colectiva como en la individual, el culto al pasado y el culto al futuro son igualmente reaccionarios. Todo lo que debe construirse se construye en el presente [...] "Actúa como si jamás tuviera que existir futuro."

-R. Vaneigem, Tratado del saber vivir para uso de las jóvenes generaciones.

lunes, 8 de abril de 2013

Mushishi

Mushishi es una de esas extrañas joyas de un medio que aun no despega ni es reconocido en su dignidad en la mayoría del mundo. Surgido en el seno de la revista de manga Afternoon (アフタヌーン), desde sus inicios llamó la atención por el extraño ambiente que reflejaban sus páginas. Era una mezcla entre melancolía, paz, magia y fantasía, todo unido y desarrollado, como dirá el director del posterior anime, como una tranquila charla con su protagonista, Ginko. 




 
Dejo aquí el link para ver el manga y el anime de esta gran historia, construida con historias inconexas entre sí. Dejo al primer capitulo del anime y del manga la explicación de qué son los mushis

Anime (latino)
Anime (Japonés subtitulado en inglés)

Comentario aparte merece la impresionante banda sonora, capta a la perfección la melancolía y la belleza de la naturaleza misteriosa y mágica que rodea en todo momento a los personajes.

lunes, 18 de marzo de 2013

Haikus, Chiyoni, Mizuta Masahide

川ばかり
闇はながれて
蛍かな

- 千代尼

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(Kawa bakari)              Simplemente un río:
(Yomi wa nagarete )   oscuridad que fluye
(Hotaru kana)             entre luciérnagas.

-Chiyoni





行時は
月ならびて
水の友


- 水田 正秀

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(Yuku toki wa)          Cuando parta
(tsuki ni narabite)     dejadme ser como la luna,
(mizu no tomo)          amigo del agua

-Mizuta Masahide

domingo, 17 de marzo de 2013

Las pasiones de Spinoza

Pongo aquí un interesante artículo aparecido en "El libertino erudito" donde se trata las connotaciones políticas de la filosofía de las pasiones spinozista.

Spinoza

sábado, 2 de marzo de 2013

Arquitectura de opresión. La universidad de Alicante

Como puede verse el aulario I a pesar de tener cerca de 80 aulas, cuenta con una iluminación natural mínima


Hace unos dos años escribí un artículo en referencia al antro en el que me veía obligado a estudiar cuando aún estudiaba Economía. He decidido rescatar dicho artículo, retocarlo un poco y volverlo a publicar, ya fuera del extinto Ateneo Pangea.

¡Espero que guste!

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De la lectura de una interesante reflexión en el libro "Urbanismo y ecología humana en el anarquismo ibérico", me di cuenta de que el sistema económico imperante, con su consecuente sistema de valores y principios, se ve reflejado más de lo que creemos en la arquitectura.
  Un ejemplo significativo, básicamente porque allí me paso medio día, lo tomé de la universidad de Alicante y, más concretamente, de mi aula. Para empezar, y como dato fundamental desde donde partiré, mi aula no tiene ventanas (como la muchas en el aulario). En cambio, cuenta con un complejo sistema de calefacción, aire acondicionado y de iluminación, sistemas que obviamente sustituyen el rol que el sol, y la naturaleza en general, deberían hacer.

  Ahora bien ¿Por qué alguien buscaría que un aula donde se estará, como mínimo , cuatro horas al día durante nueve meses no tuviera ventanas? Lo primero que se nos puede ocurrir es que está así construido por necesidades del diseño, por ocupar todo el espacio posible o para evitar que el mundo exterior distraiga o "moleste" a los que dentro se encuentran. Para mí esta última puede ser la razón fundamental y de donde partirá todo lo demás; la idea de que la propia clase es una abstracción de la realidad, que no es parte del mundo real, el mundo que teóricamente se estudia, es algo ajeno. Esta es una concepción muy común en el pensamientos económicos modernos (y mucho más en economía, donde se estudian dichos pensamientos, normalmente acuñados en el término de Capitalismo, donde se dice que el mundo real es un caso especial). ¿Qué consecuencias trae esta abstracción de la realidad?:

  1. Una dependencia radical de la tecnología, si se avería la calefacción o el aire acondicionado corres el peligro de morirte de frío o de calor respectivamente, si se estropea el ordenador o el proyector muchos profesores ya serán incapaces de dar clases porque estas se reducen a leer de las diapositivas (hechas por el coordinador de la asignatura) y ya no hablamos si por un casual se corta la luz, es el fin de la clase, pues además de no tener ordenador corres el peligro de morirte de frío o de calor a oscuras.
  2. Separación entre la naturaleza/realidad y pensamiento, como ya se ha dicho hace que se caiga en una especie de"autismo" del conocimiento. Sería difícil decir a un grupo de alumnos que lo mejor que se podría hacer con los bosques es venderlos para hacerlos muebles de Ikea cuando están mirando por la ventana a esos mismos bosques y están a gusto con él.
  3. Negación de la naturaleza en el entorno como consecuencia de lo anterior. Si los arquitectos y planificadores anarquistas promovían el uso de los elementos que daban la vida (agua, tierra, aire y luz), los arquitectos del capitalismo entienden todo lo contrario, mientras más distinto sea de la naturaleza, mejor, pues así puede distinguirse la obra del hombre, lo artificial, y puede mostrarse lo que por el ha sido creado y domado, la luz artificial (la electricidad), el aire artificial (aire acondicionado), el agua artificial (utilizada para las fuentes que muchas veces no tienen otra misión que el simple decoro) y la que llamaremos tierra artificial (que engloba tanto al hormigón como al concepto absurdo que se tiene de espacio verde que al igual que del agua solo se espera el decoro).
  4. Inmovilización y control de la atención. Aquí vemos uno de los puntos fundamentales de nuestra crítica. En las aulas se ha pasado a evitar la libertad de movimiento además de focalizar la atención de los individuos lo más posible.¿Cómo hacen esto? Las sillas y las mesas están ancladas al suelo por lo que resulta imposible moverse más de lo que está estrictamente permitido por el diseño, además de que las mesas están dispuesta a lo largo por lo que a las únicas personas con las que tendrás contacto directo serán las que estén inmediatamente a tu lado. Todo esto dispuesto en forma de semicírculo para poder ser "irradiado" de los conocimientos del profesor de turno. ¿Qué provoca esto? A parte de dolores de espalda (pues tengamos en cuenta que la anchura entre respaldo y mesa es la misma para todos, independientemente como sea su complexión física), se evita que el alumno piense en la mejor manera de disponer de su espacio, de la mejor manera de reunirse, de disponerse para la clase. Lo único en lo que tiene que centrarse el alumno es en recibir " las escrituras" recibidas por el obispo del conocimiento que es el profesor (esto, si nos damos cuenta, no es solo una metáfora ya que la disposición de una iglesia, con bancos anclados al suelo y un cura en alto para dar la monserga, no es muy distinta a lo que cuento).

  Curiosamente la biblioteca general y algunos edificios del campus no responden exactamente a esta teoría, en el caso de los segundos es porque son de construcción anterior a la "modernización" del campus, algunos de la época franquista, en el caso de la primera tendremos que detenernos para analizarla con más detenimiento.



   La biblioteca general es un edificio enorme creado para almacenar una cantidad ingente de libros y cientos, sino miles, de estudiantes, ¿cómo entonces utiliza la arquitectura para controlar a sus ocupantes?en este edificio no valen las sutilezas como veremos más adelante. Su estructura externa cuenta con una cara de cristal donde tanto los de dentro como los de fuera pueden ver que esta pasando al otro lado. Podría pensarse que esto viola el concepto que se tiene de la arquitectura moderna en esta universidad ya que utiliza la luz natural como fuente de calor y luz, es cierto, podría usarlas, pero no las usa, al menos no completamente. En realidad el cristal está más como un mural enorme que como una fuente de luz o calor, pues calor lo que se dice calor no da, y luz como si no la diera, pues las luces del interior están permanentemente encendidas. El tema de la tierra se reduce a un ridículo rectángulo de tierra seca en la parte central al que no va nadie pues su apariencia de abandono y aridez es completa. Y en cuanto al aire, lo mismo que en el aulario, todo es aire artificial.
  Ahora, por lo que toca al control, las sillas, por "fortuna", no están ancladas al suelo (ni las mesas), en esta parte al menos mejora y en mucho al aulario, pero, ¿Cómo se controla entonces? como ya dije antes son bastante menos sutiles, si no fuera suficiente el control ejercido por los trabajadores que en ella hacen su labor, cuenta con un servicio de seguridad privada para mantener a raya a estos salvajes que son los estudiantes, así que sí amigos, la biblioteca en cuanto a esto no se distingue a un vulgar centro comercial y la misma UA lo reconoce en su presentación(1) :
    [...] Nuestra Universidad es la primera empresa de la provincia de Alicante con más 2.000 trabajadores (personal docente y de servicios) y un presupuesto anual en torno a los 15.000 millones de pesetas. Supone un referente obligado para muchas empresas con las que mantiene contratos de asistencia técnica [...]

  Supongo que la diferencia entre la universidad y el Carrefour, según ellos, es que Carrefour vende  jamón, galletas y refrescos y ellos grados de arquitectura, economía y derecho.
  Pero por si esto no fuera poco, tiene un sistema de cámaras de vídeo (tanto a la entrada como en las propias plantas de estudio) y esto es extensivo a toda la universidad, al igual que la seguridad privada, pues si pasan por ahí se darán cuenta de que en cada cruce de caminos hay una cámara que nos observa, y ahí no está lo mejor de todo, lo mejor es que algunas de las cámaras son DE MENTIRA, se ve que para espantar a los malintencionados.


    Todo esto sin mencionar que hay una zona del campus exclusivo para oficinas bancarias, por si te entra la vena consumista y no tienes tiempo a acercarte a San Vicente o al centro comercial de al lado, y tampoco hablamos de los cajeros disponibles dentro de los aularios
   Pero no son solo los constructores, supervisores y mantenedores de los edificios quienes perpetúan el sistema si no que también las propias personas que sufren de él (principalmente alumnos) le dan alas para autoperpetuarse haciendo justamente lo que se espera que hagan cuando están sin vigilancia: dependientes, absurdamente egoístas, infantiles...
  Esto lo podemos ver, por ejemplo, en el único lugar que goza de una mínima privacidad: el baño (¡menos mal!). Este ha de ser continuamente reparado por los destrozos que ahí se producen.

   Ahora bien, lo que es verdaderamente importante, y es lo que busco mostrar, es que el rectorado deducirá de esta situación que si la gente esta sin vigilancia constante no hará más que destrozos, lo que hará que se auto-justifique como el único que puede traer el orden a una micro-sociedad caótica como la universitaria. ¿Qué es lo que sacamos nosotros de esto? que en el mundo donde se les ha enseñado a las personas a que rehuyan de sus responsabilidades siempre que les sea posible, que mientras más hagan los que les plazca sin importar a quién o a qué hacen daño, que mientras más egotistas sean, mejor. Esto entra dentro del propio sistema de educación que se inculca, y no solo escolar si no también a nivel de valores y principios en casa,es él el que perpetúa a la rectoria (y ampliando al propio Estado) ya que le concede un estatus paternalista en relación al resto de los alumnos (y por extensión a la sociedad).
  Si no se educa de una manera distinta a las personas basándose en otro esquema de valores y principios jamás seremos capaces de salir de este estado de "permanente infancia" a la que el Estado nos mantiene, en esto me remito al artículo de Paideia:

[...]Este autoritarismo lo manifiesta la sociedad desde la educación para crear personas dependientes, autoritarias y competitivas que asumen las injusticias del sistema como algo natural a la humanidad, integrándonos en un sistema insolidario y que mantiene desigualdades, violencia, enfrentamientos y explotación. Buscamos una transformación global de la sociedad. Para ello debemos cambiar muchos de las valores de la sociedad actual, a través de la educación buscando Apoyo mutuo, solidaridad, libertad, igualdad ético colectiva, dignidad y responsabilidad, es decir la dicha y el bienestar del ser humano.[...]

(1):Pueden ver su presentación completa en:http://web.ua.es/es/universidad-alicante/antecedentes-y-evolucion.html 
(2)Invito a todos a leer la sección de "Filosofía de diseño del campus": http://www.ua.es/es/informacion/memoria/1998/campus.htm#La+filosof%EDa+de+dise%F1o
 (3) Aquí pueden encontrar la descripción precisa de las aulas, viendo su tamaño y aforo.

Cincuenta sombras de Grey, por H. Marcuse

—Se trata de ganarme tu confianza y tu respeto para que me 
permitas ejercer mi voluntad sobre ti. Obtendré un gran
placer, incluso una gran alegría, si te sometes. Cuanto más
 te sometas, mayor será mi alegría. La ecuación
es muy sencilla.
—De acuerdo, ¿y que gano yo de todo esto?
Se encoge de hombros y parece hacer un gesto de disculpa.
—A mí —se limita a contestarme.

 Fragmento escogido al azar al abrir el libro Cincuenta sombras de Grey.    


Ese terrible libro, que lleva vendidas ya más de 31 millones de copias en todo el mundo, terriblemente escrito pero "extrañamente" popular, entró en mi casa hace unos dos meses, desde ahí, como si de un virus se tratara sedujo a mis tres compañeras de piso, volviéndolas a la vez críticas con él y a la vez incapaces de evitar leerlo. Era un libro rompedor y, a la vez, no lo era. Cientos de libros antes habían tratado temas tan "picantes" como esos en sus respectivas épocas y pocos habían conseguido liberar nada, más bien lo contrario, habían conseguido venderlo de una manera aceptable para la mayoría.
Hace unas dos semanas mientras me encontraba en mi habitación en uno de mis comunes encierros de lectura, me encontré con la teoría de Herbert Marcuse sobre la desublimación en el mundo moderno, teoría con la cual se enfrentaba en el campo teórico al psicoanalista W. Reich.
En su teoría, el sistema político no reprimía en todo lugar y momento la sexualidad de sus miembros, sino que podía distribuir dosificadamente esas pulsiones, bajo la forma de desublimación represiva. Así Marcuse incluía al sexo como un valor de mercado, incluyendo dicha teoría en un pensamiento que podríamos llamar Freudomarxismo. 

A continuación dejaré el fragmento donde podemos leer la posición sobre el tema  en su obra El hombre unidimensional:

"Al censurar el inconsciente e implantar la consciencia, el superego también censura al censor, porque la conciencia desarrollada registra el acto malo prohibido no sólo en el individuo sino también en su sociedad. Al contrario, la pérdida de consciencia debido a las libertades satisfactorias permitidas por una sociedad sin libertad, hace posible una conciencia feliz que facilita la aceptación de los errores de esta sociedad. Es el signo de la autonomía y la comprensión declinantes. La sublimación[1] exige un alto grado de autonomía y comprensión; es una mediación entre el consciente y el inconsciente, entre los procesos primarios Y los secundarios, entre el intelecto y los instintos, la renuncia y la rebelión. [...]
A la luz de la función cognoscitiva de este modo de sublimación, la desublimación triunfante en la sociedad industrial avanzada revela su verdadera función conformista. Esta liberación de la sexualidad (y de la agresividad) libera a los impulsos instintivos de buena parte de la infelicidad y el descontento que denuncian el poder represivo del universo establecido de la satisfacción. Desde luego, hay una infelicidad general, y la conciencia feliz es bastante débil: una delgada superficie que apenas cubre el temor, la frustración y el disgusto. Esta infelicidad se presta fácilmente a la movilización política; sin espacio para el desarrollo consciente, puede llegar a ser la reserva instintiva de una nueva manera fascista de vida y muerte. Pero hay muchas formas en las que la infelicidad bajo la conciencia feliz puede volverse una fuente de fuerza y cohesión para el orden social. Los conflictos del individuo desgraciado parecen ahora mucho más fáciles de curar que aquellos que provocaron el «malestar de la civilización» de Freud, y parecen estar definidos mucho más adecuadamente en términos de la «personalidad neurótica de nuestro tiempo» que en los de la eterna lucha entre Eros y Tanatos.
 

La forma en la que la desublimación controlada puede debilitar la rebeldía instintiva contra «el principio de realidad[2]» establecido puede apreciarse mediante el contraste entre la representación de la sexualidad en la literatura clásica y romántica y en nuestra literatura contemporánea. Si uno selecciona de entre las obras que están, en su misma sustancia y forma interior, determinadas por la relación erótica, ejemplos tan esencialmente diferentes como Fedra, de Racine, Las afinidades electivas, de Goethe, Las flores del mal, de Baudelaire, Ana Karenina de Tolstoi, la sexualidad aparece consistentemente en una forma altamente sublimada, «mediatizada» y reflexiva; pero dentro de esta forma es absoluta, sin ningún compromiso, incondicional. La dominación de Eros es, desde el principio, también la de Tanatos. La realización es destrucción, no en un sentido moral o sociológico, sino ontológico. Está más allá del bien y del mal, más allá de la moral social y así permanece más allá del alcance del principio de realidad establecido, que este Eros niega y ataca.


En contraste, la sexualidad desublimada es clara en los alcohólicos de O'Neill y los salvajes de Faulkner, en el Tranvía llamado Deseo y La gata sobre el tejado de zinc, en Lolita, en todos los cuentos de orgías en Hollywood y en Nueva York, en las aventuras de las amas de casa de los nuevos suburbios. Todo  esto es infinitamente más realista, osado, desinhibido. Es uña y carne de la sociedad en la que los hechos ocurren, pero no es su negación en ningún lado. Lo que ocurre es sin duda salvaje y obsceno, viril y atrevido, bastante inmoral y, precisamente por eso, perfectamente inofensivo.
Liberada de la forma sublimada que es el signo esencial de sus sueños irreconciliables —una forma que es el estilo, el lenguaje en que la historia es contada—, la sexualidad se convierte en un vehículo de los best-sellers de la opresión. No se puede decir de ninguna de las mujeres sexuales de la literatura contemporánea lo que Balzac dijo de la prostituta Esther: que la suya era una ternura que florecía sólo en el infinito. Esta sociedad convierte todo lo que toca en una fuente potencial de progreso y explotación, de cansancio y satisfacción, de libertad y opresión. La sexualidad no es una excepción.


El concepto de desublimación controlada implica la imposibilidad de una liberación simultánea de la sexualidad reprimida y de la agresividad[...] De acuerdo con Freud, el fortalecimiento de la sexualidad (libido) implicaría necesariamente un debilitamiento de la agresividad, y viceversa. Sin embargo, si la liberación de la libido, socialmente permitida y favorecida, va a ser la de una sexualidad parcial y localizada, será equivalente a una compresión del hecho de la energía erótica, y esta desublimación será compatible con el crecimiento de formas de agresividad tanto no sublimadas como sublimadas; una agresividad que crece desenfrenada en la sociedad industrial contemporánea.
"


[1]: En psicoanálisis supone "el mecanismo de defensa mediante el cual se satisface de forma indirecta los impulsos adaptándolos a las normas del medio social, con provecho para uno mismo y para la sociedad."
[2]: Principio que forma dúo con el principio de placer. A diferencia de este, el principio de realidad se basa en el mundo exterior y en la experiencia personal del sujeto para llevar a cabo las pulsiones que pide el principio de placer.

* Las negritas son mías. 

Bibliografía:

-El hombre unidimensional, Herbert Marcuse
-Marcuse, Fromm, Reich: El freudomarxismo, Jose Taberner Guasp, Catalina Rojas Moreno

jueves, 28 de febrero de 2013

Post-scriptum sobre las sociedades de control, Gilles Deleuze

Historia 

El martirio de Santa Catalina de Alejandría

Gaudencio Ferrari



Foucault situó las sociedades disciplinarias en los siglos XVII y XIX, y estas sociedades alcanzan su apogeo a principios del siglo XX. Operan mediante la organización de grandes centros de encierro. El individuo pasa sucesivamente de un círculo cerrado a otro, cada uno con sus propias leyes: primero la familia, después la escuela (“ya no estas en la casa”), después el cuartel (“ya no estas en la escuela''), a continuación la fábrica, cada cierto tiempo el hospital, y a veces la cárcel, el centro de encierro por excelencia. La cárcel sirve como modelo analógico: la heroína de Europa 51 exclama, cuando ve a los obreros: «creí ver a unos condenados». Foucault ha analizado a la perfección el proyecto ideal de los centros de encierro, especialmente visible en las fábricas: concentrar, repartir en el espacio, ordenar en el tiempo, componer en el espacio-tiempo una fuerza productiva cuyo efecto debe superar la suma de las fuerzas componentes. Pero Foucault conocía también la escasa duración de este modelo: fue el sucesor de las sociedades de soberanía, cuyos fines y funciones eran completamente distintos: gravar la producción más que organizarla, decidir la muerte más que administrar la vida; la transición fue progresiva. Napoleón parece ser quien realizó la transformación de una sociedad en otra. Pero, también las disciplinas entraron en crisis en provecho de nuevas fuerzas que iban produciendo lentamente, y que se precipitaron después de la segunda guerra mundial: las sociedades disciplinarias son nuestro pasado inmediato, lo que estamos dejando de ser.
Todos los centros de encierro atraviesan una crisis generalizada: cárcel, hospital, fábrica, escuela, familia. La familia es un (espacio) “interior” en crisis, como lo son los demás (espacios) interiores (el escolar, el profesional, etc.). Los ministros competentes anuncian constantemente las supuestamente necesarias reformas. Reformar la escuela, reformar la industria, reformar el hospital, el ejército, la cárcel; pero todos saben que, a un plazo más o menos largo, estas instituciones están acabadas. Solamente se pretende gestionar su agonía y mantener a la gente ocupada mientras se instalan esas nuevas fuerzas que están llamando a nuestras puertas. Se trata de las sociedades de control, que están sustituyendo a las disciplinarias. “Control” es el nombre propuesto por Burroughs para designar al nuevo monstruo que Foucault reconoció como nuestro futuro inmediato. También Paul Virilio ha analizado continuamente las formas ultrarrápidas que adopta el control “al aire libre” y que reemplazan a las antiguas disciplinas que actuaban en el período de los sistemas cerrados. No cabe responsabilizar de ellas a la producción farmacéutica, a los enclaves nucleares o a las manipulaciones genéticas, aunque tales cosas estén destinadas a intervenir en el nuevo proceso. No cabe comparar para decidir cuál de los dos regímenes es más duro o más tolerable, ya que tanto las liberaciones como las sumisiones han de ser afrontadas en cada uno de ellos a su modo. Así, por ejemplo,

Mujer y Montaigne (V), Conclusión y bibliografía

Conclusión




El libro de Montaigne es la concreción del pensamiento del autor a lo largo de veinte largos años. La única y gran finalidad que tiene, la que le da su sentido, es la que sigue la máxima de conócete a ti mismo. El autor de los ensayos tratará toda la gran variedad de temas que trata para llegar a un mayor conocimiento de lo que su propio espíritu es. Mediante este método no solo consigue mayor conocimiento de sí mismo, sino que también da capacidades a quien lo lea. Como dijese Alexander Nehamas, «el autoconocimiento es la conciencia de nuestras limitaciones»[1]. Cuando somos conscientes de nuestras limitaciones no es porque nos conformemos con aceptar lo que nos digan que no podemos hacer, sino que encontramos en nuestra condición y en nuestra conformación física y psicológica una especie de perfil de nuestro ser. Todo él hecho con nuestras propias interrogaciones. Nuestra propia razón será la que tenga que inspeccionar nuestros abismos y, si tenemos suerte, encontrar sus  profundidades. En el caso de Montaigne, no busca el autor ser y decir lo que una mujer puede  o es para que lo admita y acepte, sino que intenta desentrañar que es, cómo y por qué es para encontrar su propio reflejo en ella. Sin el resto de las personas no podríamos compararnos con nadie, no podemos figurar nuestros detalles, puede que ni nuestra propia personalidad, sin la visión del otro. Es por el otro por lo que podemos compararnos, encontrar las diferencias y conocer nuestro lugar en el conjunto, buscando las desemejanzas encontramos nuestra propia identidad. Nos dibujamos en la diferencia del otro. 

La mujer, como cualquier otro ser humano, encontrará su camino buscándolo, este es el mensaje último que Montaigne dejará intrínseco en su obra. El destino último que se perfila en la obra de De Beauvoir. La mujer ha sido construida (y destruida) por el otro, a fuerza de aplastarla, ahora, toca encontrarse a cada una. No solo como mujer, sino como individuo, como ser consciente del mundo que le rodea, y más importante, como ser consciente de su propia finitud. «Sócrates también le enseñó a Montaigne que hay poco que aprender de él, aunque uno puede aprender mucho a través de él[2].» Puede que lo mismo hubiéramos de hacer nosotros con Montaigne. 
En conclusión, Michel de Montaigne fue tanto un hijo de su época, como un hombre de una época pasada en su tiempo. La mayoría de las consideraciones que hoy nos parecen vanguardistas para su momento fueron tomadas, interpretadas y consideradas de una mezcla de clásicos de la antigüedad. Fueron los antiguos quienes conformaron su pensamiento y quienes dieron las alas para ver más allá del horizonte de su tiempo, cegado por el fanatismo y el miedo. Fueron ellos quienes dieron la capacidad y el valor de dar una mirada introspectiva en la naturaleza humana. Puede que por eso tengamos la capacidad de tratar hoy estas cuestiones con las armas que Montaigne utilizó, porque, al igual que él antes que nosotros, miramos sobre hombros de gigantes.


[1]: El arte de vivir, Alexander Nehamas, Pre-Textos, 2005
[2]: Nehamas, op.cit., p.195




Bibliografía
 
-Michel de Montaigne, Ensayos completos, Cátedra, 2010, Traducción de
Almudena Montojo

-Michel Onfray, El cristianismo hedonista, Contrahistoria de la filosofía II, Anagrama
2010, pp. 264-275

-Peter Watson, Historia intelectual del siglo XX, Crítica, Barcelona, 2010, pp. 451-
459

-Lucrecio, De la naturaleza de las cosas, Cátedra, Edición de Agustín García Calvo,
2004, pp.278-285

-Marvin Harris, Antropología cultural, Alianza, Libro de bolsillo, 2011, pp. 445-477.
Utilizado para trazar una línea clara de puntos en los que centrarse al analizar el
texto.

-Artículo de blog «Montaigne, Bloom y las mujeres»,
«http://denadapuedovereltodo.blogspot.com.es/2011/10/montaigne-bloom-y-las-mujeres.html». Para una primera aproximación al tema e ideas principales de análisis

-Alain de Botton, Las consolaciones de la filosofía, Punto de lectura, 2011, pp. 156-
236. Para un acercamiento general al pensamiento de Montaigne.

-Alexander Nehamas, El arte de vivir, reflexiones socráticas de Platón a Foucault, Pre-
Textos, 2005.


-Manuel Cabello Pino, La enfermedad de amor en Lucrecio y Catulo, Tonos, numero XVIII

Mujer en Montaigne (IV), Educación sentimental


 Educación sentimental


Hombre y mujer, casi iguales en todo, son separados de manera abrupta en sus características por educación e institución. El hombre es educado para ser dominante y agresivo, la mujer para ser pasiva y dominada. Esta es fundamentalmente la tesis de Montaigne. La mujer es controlada desde el mismo momento de nacer por parte de los hombres, el mundo, construido a imagen y semejanza de estos se convierte en una cárcel para ella. Montaigne adaptará el Discurso sobre la servidumbre voluntaria de 1547 de su gran amigo Étienne de la Boétie para defender que «No yerran las mujeres al rechazar las normas de este mundo pues han sido hechas sin su consentimiento[1]», imposible ser más claro. A modo de ejemplo recuerda el autor de los Ensayos cómo, una vez que veía a su hija leer, la matrona a su cargo la cortó bruscamente para evitar que pronunciara la palabra fouteau[2]. De aquí se deriva una larga exposición de cómo las mujeres son educadas para el amor, para la delicadeza y para las grandes esperanzas. ¿Cómo puede ser esto así para después reprochárseles quecaigan en el deseo incontrolable de los amores? Cómo se les puede educar a ser siempre expertas en las artes del amor y luego castigar las actividades que de él se derivan? Poco sentido encuentra Montaigne también en la educación que considera el cuerpo como impúdico, al considerar este como el seno de males lo único que se hace es crear un malestar con nosotros mismo y con el propio acto que nos da la vida. Ni la tendencia o moda a adornar en demasía el cuerpo, pues lo único que generará será falsas expectativas y frustración en quienes no pueden alcanzar lo que las pompas prometen. El hecho de ser prácticamente iguales en naturaleza no quiere decir en Montaigne que no haya grandes diferencias entre hombres y mujeres, pero son diferencias tan grandes como podría haber entre unos hombres y otros. El hecho de que sean bondadosos, de carácter difícil o de corazón malhumorado no viene de ser hombres o mujeres sino de la idiosincrasia de cada individuo, de las vivencias que lo conforman y de la ascendencia que le preceda. La construcción que hace la vida en nosotros, es lo que construye el carácter de cada uno, una visión que podemos ver sobreviviendo hoy en día en teorías como la del psicoanalista Wilhelm Reich[3]. Analizando el carácter de un individuo en profundidad podríamos deducir algunas de sus vivencias, miedos y esperanzas. Primeros trazos de lo que se llamará subconsciente en el siglo XX, y en pleno siglo XVI... 
 
Como dice Onfray, en su ya citado libro, sobre Montaigne y las mujeres, «Que no se busque en los genes la ficción de un eterno femenino o de taras irremediables; cuando las mujeres son mediocres, lo son a causa de lo que los hombres hacen de ellas». Sin duda un pensamiento adelantado a lo que en la época se practicaba. Si bien Montaigne no evita las consideraciones varias acerca de lo poco fiables que son las mujeres o su malicia o «falta de ciencia», tampoco evita decir que las mujeres se ven sometidas por una sociedad que las educa para ser de una manera concreta para luego castigarlas por ello. Una sociedad que se ha creado alrededor del hombre y de cuya naturaleza la mujer no participa.
Así Montaigne, sin decirlo en estos términos, establece que la condición de la mujer es un juego de espejos de la condición del varón. Tanto como es el esclavo de su amo. Nacidos casi en igualdad, son divididos al dársele a uno el poder sobre el otro.
No es de extrañar que una de las guardianas del legado de Montaigne y la persona con la relación más estrecha en los últimos años del autor fuera Marie de Gournay, escritora a su vez de textos como L’egalité et des hommes et des femmes o Grief des dames que podríamos considerar como precursores de lo que luego se conocería como teoría feminista. Defensora no solo de la igualdad entre hombres y mujeres sino también de esposas y madres con maridos e hijos. La desigualdad es producto de instrucción e institución.


[1]Íbid
[2]En francés antiguo podía significar haya o una palabra malsonante
[3] «El yo, la parte de la personalidad expuesta al mundo exterior, es donde tienen lugar la formación del carácter; se trata de un amortiguador en la lucha entre el ello y el mundo exterior [...] La relación entre carácter y represión es la siguiente: la necesidad de reprimir las demandas instintivas da origen a la formación del carácter.» Wilhelm Reich, Análisis del carácter, Paidós, Colección Surcos, 2010, pp. 184-185



Mujer en Montaigne (III), Amor y matrimonio


Amor y matrimonio




Cuando De Beauvoir defendió en su El segundo sexo (1949) que hasta ahora la mujer solo había sido expresada en términos de su relación con los hombres (madres, hijas o hermanas) y que ahora tocaba buscar la propia identidad, dio en el clavo. Si Montaigne trata a las mujeres en sus Ensayos es en gran medida por su relación con ellas en el amor, en el matrimonio y en sus vivencias cotidianas, por lo que cualquier interpretación que demos de la mujer aquí será en relación a estostérminos[1], pero ello no quita el hecho de que Montaigne intentara sinceramente encontrar las razones imparciales de la condición de la mujer como él la había conocido. Así, narrará uno de las líneas más avanzadas de su tiempo en este tema. "Diré que varones y hembras están formados en el mismo molde; excepto la educación y la costumbre, la diferencia no es grande". [2]Lo que temerá sobre todas las cosas Montaigne en la mujer no será ninguno de los atributos depredadores que se les asocia, sino su capacidad para mermar la libertad del hombre mediante las relaciones que tengan con ellos. Esposas, amantes o amigas.
Habremos de tener esto, y la concepción epicúrea tratada antes, muy en cuenta si queremos entender bien lo que Montaigne quiso decir cuando trató el tema del matrimonio y del amor.

El matrimonio, más que una cuestión de individuo, es una cuestión de linaje. Así de claro dejará el autor su posición, no es una cuestión de amor, de pasión ni de interés personal, es una consideración hacia las generaciones que vendrán. Más bien, el amor y la pasión estarán en las antípodas del matrimonio, cualquier matrimonio que se precie debería seguir los métodos de la amistad más que los del amor (físico o psicológico). El amor es una cuestión de pasión y necesita de riesgos para sobrevivir, una pareja ha de fundar el matrimonio en algo más sólido que eso. Es un completo error, dirá el autor, casarse con una amiga, pues pocos son los matrimonios duraderos que en ello se fundan. Fundar el matrimonio con un conocido o amado es comparado con una especie de aberración, tomarse la libertad de afectar a la posteridad por nuestros deseos amorosos es algo casi frívolo[3]. Tomando a Sócrates como referencia, podemos suponer, como dice el autor, que puesto que, tanto si tomamos, como si no, a una mujer por esposa nos arrepentiremos, que mejor lo hagamos por el linaje, la familia o la posteridad. Así pues, la pareja ataráxica como la llamará Onfray, es un matrimonio que funda su relación en un sentimiento calmado, recatado, prudente, «soso» pero duradero. El sexo cumplirá una función tanto social, para dar descendencia, comohigiénica, procurarnos la salud y buenas condiciones que de él se pueden extraer.

La gran cantidad de páginas que dedica a este tema, que se diluye como siempre en otros muchos, es de gran importancia para el tema principal que tratamos, pues Montaigne, seguramente adelantándose a su tiempo y de una opinión no muy compartida por sus coetáneos (recordemos la caza de brujas que se lleva a cabo) atacará por ejemplo las relaciones sexuales que los maridos exigen sin consentimiento de sus mujeres, comparándolas con las relaciones que se pueden tener con los cadáveres[4], ambos cuerpos sin voluntad ni derecho, o defenderá también el mismo derecho al placer de la mujer y el hombre.

Pero, si el matrimonio no está fundado en el amor ¿Cómo podemos aspirar a este último? ¿Cómo ser felices sin una parte importantísima de la vida humana como es el placer físico? A esto Montaigne contesta como lo haría un buen epicúreo. El amor psicológico no es algo bueno de buscar ni encontrar, como mucho adornaría la juventud, la pubertad más bien, pero el placer físico es bienvenido en la medida que es valioso en sí mismo, la búsqueda del placer fuera del matrimonio es ampliamente aceptada por el autor, tanto para el hombre como para la mujer. Pero esto no quiere decir que sea placer sin afecto, puede haber afecto sin enamoramiento. Para él, los cuernos son algo común, no fuente de desprecio, tal vez sí de lástima, pero las cuestiones del matrimonio habrían de ser secretas y no ventilarse en público. Rememorando a los clásicos romanos recuerda que estos tenían en mala consideración tanto el vicio, como la envidia, como los celos. Por lo que mientras se dé el amor, físico, como algo que nos libra de males mayores y nos da placeres beneficiosos, siempre será aceptado de buena gana. El pensamiento de Montaigne busca un amor que no resulte alienante. Si la líbido molesta, bienvenido sea el burdel. 


[1]Este punto puede entenderse mejor al leer el Ensayo titulado Del ejercicio, Cap. VI Libro II
[2]Libro III, Cap. V
[3]«Por ello, prefiero que lo organice mejor un tercero que los interesados, y el seso de otro que el de uno mismo [...] Y así es una especie de incesto ir a usar en este parentesco venerable y sagrado de los esfuerzos y extravagancias de la licencia amorosa» Montaigne, op. cit., p.  826 
[4]Montaigne, op. cit., p.856

 
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