jueves, 28 de febrero de 2013

Mujer en Montaigne (IV), Educación sentimental


 Educación sentimental


Hombre y mujer, casi iguales en todo, son separados de manera abrupta en sus características por educación e institución. El hombre es educado para ser dominante y agresivo, la mujer para ser pasiva y dominada. Esta es fundamentalmente la tesis de Montaigne. La mujer es controlada desde el mismo momento de nacer por parte de los hombres, el mundo, construido a imagen y semejanza de estos se convierte en una cárcel para ella. Montaigne adaptará el Discurso sobre la servidumbre voluntaria de 1547 de su gran amigo Étienne de la Boétie para defender que «No yerran las mujeres al rechazar las normas de este mundo pues han sido hechas sin su consentimiento[1]», imposible ser más claro. A modo de ejemplo recuerda el autor de los Ensayos cómo, una vez que veía a su hija leer, la matrona a su cargo la cortó bruscamente para evitar que pronunciara la palabra fouteau[2]. De aquí se deriva una larga exposición de cómo las mujeres son educadas para el amor, para la delicadeza y para las grandes esperanzas. ¿Cómo puede ser esto así para después reprochárseles quecaigan en el deseo incontrolable de los amores? Cómo se les puede educar a ser siempre expertas en las artes del amor y luego castigar las actividades que de él se derivan? Poco sentido encuentra Montaigne también en la educación que considera el cuerpo como impúdico, al considerar este como el seno de males lo único que se hace es crear un malestar con nosotros mismo y con el propio acto que nos da la vida. Ni la tendencia o moda a adornar en demasía el cuerpo, pues lo único que generará será falsas expectativas y frustración en quienes no pueden alcanzar lo que las pompas prometen. El hecho de ser prácticamente iguales en naturaleza no quiere decir en Montaigne que no haya grandes diferencias entre hombres y mujeres, pero son diferencias tan grandes como podría haber entre unos hombres y otros. El hecho de que sean bondadosos, de carácter difícil o de corazón malhumorado no viene de ser hombres o mujeres sino de la idiosincrasia de cada individuo, de las vivencias que lo conforman y de la ascendencia que le preceda. La construcción que hace la vida en nosotros, es lo que construye el carácter de cada uno, una visión que podemos ver sobreviviendo hoy en día en teorías como la del psicoanalista Wilhelm Reich[3]. Analizando el carácter de un individuo en profundidad podríamos deducir algunas de sus vivencias, miedos y esperanzas. Primeros trazos de lo que se llamará subconsciente en el siglo XX, y en pleno siglo XVI... 
 
Como dice Onfray, en su ya citado libro, sobre Montaigne y las mujeres, «Que no se busque en los genes la ficción de un eterno femenino o de taras irremediables; cuando las mujeres son mediocres, lo son a causa de lo que los hombres hacen de ellas». Sin duda un pensamiento adelantado a lo que en la época se practicaba. Si bien Montaigne no evita las consideraciones varias acerca de lo poco fiables que son las mujeres o su malicia o «falta de ciencia», tampoco evita decir que las mujeres se ven sometidas por una sociedad que las educa para ser de una manera concreta para luego castigarlas por ello. Una sociedad que se ha creado alrededor del hombre y de cuya naturaleza la mujer no participa.
Así Montaigne, sin decirlo en estos términos, establece que la condición de la mujer es un juego de espejos de la condición del varón. Tanto como es el esclavo de su amo. Nacidos casi en igualdad, son divididos al dársele a uno el poder sobre el otro.
No es de extrañar que una de las guardianas del legado de Montaigne y la persona con la relación más estrecha en los últimos años del autor fuera Marie de Gournay, escritora a su vez de textos como L’egalité et des hommes et des femmes o Grief des dames que podríamos considerar como precursores de lo que luego se conocería como teoría feminista. Defensora no solo de la igualdad entre hombres y mujeres sino también de esposas y madres con maridos e hijos. La desigualdad es producto de instrucción e institución.


[1]Íbid
[2]En francés antiguo podía significar haya o una palabra malsonante
[3] «El yo, la parte de la personalidad expuesta al mundo exterior, es donde tienen lugar la formación del carácter; se trata de un amortiguador en la lucha entre el ello y el mundo exterior [...] La relación entre carácter y represión es la siguiente: la necesidad de reprimir las demandas instintivas da origen a la formación del carácter.» Wilhelm Reich, Análisis del carácter, Paidós, Colección Surcos, 2010, pp. 184-185



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