Después de ver la película de
anime Steamboy, no me queda más que hacer una serie de reflexiones que me han
ido surgiendo mientras la veía, tenía la necesidad de plasmarlas, de ponerlas
en claro, de clarificarme y de explicarme las causas.
El leit motiv fundamental de la
película es la lucha entre dos concepciones aparentemente opuestas de la
ciencia, ambas aunque imbuidas en el positivismo clásico del siglo XIX-XX
tienen características diferentes. El primero podríamos llamarlo el de la ciencia como verdad el segundo como la ciencia como herramienta. Como sus
propios nombres indican la primera postura se fundamenta en la creencia de que
la ciencia nos dará una cierta verdad
escrita en la naturaleza, algo así como la
naturaleza está escrita en lenguaje matemático. Dicha concepción nos lleva
al pensamiento de que ha de ser preservada y cautelosamente manejada. Esta
postura ante la ciencia podríamos llamarla la postura pitagórica, tanto la ciencia es la verdad fundamental de la
naturaleza, dicha verdad también ha de ser custodiada, establecida ya la
probabilidad de una mala utilización de la misma, es responsabilidad del
científico la de velar por la buena utilización de estos conocimientos. La
segunda postura, la ciencia como herramienta, viene a mostrar una creencia
difundida principalmente en el siglo XIX con el positivismo de base cartesiana
o comptesiana. Esta concepción de la ciencia también opina que la ciencia nos
hará libres, pero no será por descubrir una verdad trascendente, sino mejorando
las condiciones de vida de la población, de la humanidad en su conjunto. La
realidad es medible y predecible, vamos a manejar esos conocimientos para
transformarla, para “traer el reino de los cielos a la tierra”.
A pesar de ser dos concepciones
divergentes de la ciencia ambas tendencias son muy bien representadas en la
película de Katsuhiro Ôtomo. Como bien decía un crítico de la revista
fotogramas, “No es ausencia de fondo; es que el contenido es la forma”, la
película no es el desarrollo de personajes que interrelacionan entre ellos o
que nos transmiten algo personal o emotivo, es una relación entre conceptos
hechos personas, ello pudo acabar en desastre, pero la película sabe jugar con
ello y no solo la hace interesante por su rareza, sino la hace tremendamente
analizable.
Las dos concepciones de la
ciencia de las que hablamos antes se verán encarnadas en la figura del abuelo
del protagonista como el científico pitagórico
y el padre del mismo como el positivista
moderno. EL primero lleva a la búsqueda desenfrenada de las respuestas que
se plantean y el segundo llevará hasta el último extremo los descubrimientos
que se saquen de la misma. La pregunta última de la película será: La ciencia ¿nos libera o nos esclaviza?
En el desarrollo del largometraje
se verá la irremediable lucha que conllevará estas dos concepciones antagónicas
de la ciencia, uno quiere esconder el poder que se oculta en su propia creación
(la bola de vapor) el otro quiere utilizarlo para el desarrollo, el progreso
humano. Instructivo es uno de los diálogos de James Lloyd Steam (abuelo de Ray,
el protagonista) «mantener la ciencia alejada de la perversidad del alma humana
y de esa manera preservar el futuro».
Por otra parte el padre de Ray, James
Edward Steam, planteará otra gran cuestión a la reflexión sobre la ciencia y la
técnica: el amor a la máquina. Como dijéramos en un post anterior, el amor a la
máquina llegó a su punto álgido a mediados del siglo XX pero ya se venía
desarrollando el pensamiento del que mamaría desde el siglo XVII, el amor a la
máquina será perfectamente retratado por los futuristas italianos, Eddy Steam
muestra en cierto momento una cierta tendencia a ello como evolución natural de
su pensamiento: el elogio de lo hidráulico o motorizado, la belleza del tanque,
de las orugas, del cañón, del motor, la belleza en última instancia, de la guerra.
La Torre Steam actuará así de
megamáquina, un autómata que ha sido primeramente creado por la concepción
pitagórica de la ciencia para ser luego tomada por el positivista. Un
instrumento creado en primera instancia como entretenimiento trascendental,
puede ser modificado para ser un arma de destrucción.
Otra de las características que
podríamos sacar de verla es la manera en que se muestra la guerra. Los
participantes de la misma no parecen ver su crueldad, la
podredumbre que la rodea, todo lo que hacen es quedarse maravillados por las
nuevas capacidades de la nueva maquinaria, el amor a la máquina viene de la
concepción neoclásica de la eficiencia
racional como criterio estético, es bello porque su movimientos es
perfectamente medible, ajustable, controlable, es perfecto, nada necesita. Será
una niña, pobremente caracterizada para
mi gusto, la que nos sacará un poco de esa fiesta de maravillas donde nos
estamos hipnotizando « ¡hay hombres dentro!» gritará sorprendida, eso nos
devuelve los pies a tierra, la máquina no trabaja infinitamente de la nada, ha
sido creada, necesita de reparación y de manejo, la carne se esconde bajo los
engranajes.
El niño Ray que se ha de manejar
en este conflicto, como podemos ver, en realidad no llega a decantarse en ningún
momento por una visión u otra completamente, entiende en un primer momento la
visión de su padre, y le ayuda, pero luego también comprende a su abuelo, y
también acaba ayudándolo. Su visión científica hará de péndulo entre uno y
otro.
En fin, una gran película,
totalmente recomendable que, aunque tenga algunos defectos ya nombrados, no
rebaja su gran calidad técnica y argumental. Una última y gran pregunta se nos
plantea al final, pregunta que podemos sumar a la anterior, si no considerarla
una extensión de la misma, ¿Hay conocimientos que deberían ocultarse,
conocimientos que no nos liberen?
¡Muchos habremos de recordar a Walter Benjamin en estos momentos!
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