La filosofía no combate las voluptuosidades naturales mientras en
ellas haya mesura.
ellas haya mesura.
-M. Montaigne, Ensayos
Introducción
Sobre Michel de Montaigne se ha dicho
todo, y lo contrario de todo. El
tratamiento que hace sobre su
propio pensamiento, constantemente diciendo,
desdiciendo y
corrigiendo lo convierte en un puzle difícil de analizar por los
expertos de la arqueología del pensamiento. Para diseccionar,
primero, lo que se
analiza ha de estar muerto. No es el caso de la
obra magna de Montaigne, su obra es
casi un ser vivo, se mueve y
retuerce en un intento de encontrarse, de mirarse a sí
mismo,
interacciona con una miríada de reflejos de sí, distintos entre
ellos, de
reflejos de su propia época y de sus amados clásicos.
Una mirada que se busca y
nunca se encuentra de manera estática,
como el hombre que se baña en un río que
nunca es el mismo, una
visión heracliana[1].
Sin ir más lejos el ensayo en el que nos centraremos para este análisis sobre la diferencia entre hombres y mujeres establecida por Montaigne empieza con una reflexión sobre la vejez, el tiempo pasado y el ocio. Luego continúa hablando de los vicios donde cita a Séneca: « ¿Por qué nadie confiesa sus vicios? Porque todavía se halla bajo su dominio [...]». Desde ahí pasará a preguntarse por qué el hombre tiene más vergüenza de hablar de sexo que de asesinatos, y no será hasta este punto en el que empecemos nuestro análisis, pero sin desconsiderar lo dicho anteriormente, pues su pensamiento al ser orgánico, siempre es un flujo y reflujo de nociones y conceptos que se interrelacionan entre sí.
Sin ir más lejos el ensayo en el que nos centraremos para este análisis sobre la diferencia entre hombres y mujeres establecida por Montaigne empieza con una reflexión sobre la vejez, el tiempo pasado y el ocio. Luego continúa hablando de los vicios donde cita a Séneca: « ¿Por qué nadie confiesa sus vicios? Porque todavía se halla bajo su dominio [...]». Desde ahí pasará a preguntarse por qué el hombre tiene más vergüenza de hablar de sexo que de asesinatos, y no será hasta este punto en el que empecemos nuestro análisis, pero sin desconsiderar lo dicho anteriormente, pues su pensamiento al ser orgánico, siempre es un flujo y reflujo de nociones y conceptos que se interrelacionan entre sí.
[1] : Alain de Botton, Las consolaciones de la filosofía, Punto de lectura, 2011, pp. 156-236
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